



Los lazos son femeninos, coquetos y dulces. Los asociamos a la niñez, pero también pueden resultar tremendamente sofisticados y sugerentes. El lazo, ese sencillo pero eficaz recurso que ha trascendido su papel meramente práctico –unir los extremos- para convertirse en uno de los motivos decorativos más recurrentes en moda, se pasa ahora a la joyería. Y por la puerta grande.
Duros armazones de oro amarillo y blanco se retuercen, como si de un trozo de seda se tratara, para convertirse en lazos cuajados de diamantes indisolubles y eternos. Los broches se revelan como el vehículo perfecto para plasmarlos, pero también las gargantillas encuentran en ellos el cierre que necesitan y los pendientes, la forma perfecta para caer delicadamente hacia abajo.
Imagenes by Vogue
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